Siete días de verano entre las higueras de Gredos
Para los que vivimos en la ciudad nos resulta un magnífico escape la vuelta al campo. Y si ese campo está entre los valles de la sierra de Gredos, la experiencia es aún más grata. Pero tampoco conviene caer en idealizaciones más o menos idílicas. Y para ello es muy recomendable el descubrir, aunque sea por unos pocos días, el trabajo agrícola.
Gloria Llopis, Community Manager de Comunicación 5 sentidos, nos relata en su web, cómo fueros esos siete días de verano entre las higueras, recolectando una abundante cosecha de higos.
Nosotros, ahora, nos permitimos compartir aquí sus experiencias, extractando algunas partes de su relato, que puedes leer completo -y disfrutar de más fotografías- en su web.
Siete días han sido suficientes para confirmar algo que ya sospechaba: el trabajo en el campo es muy duro, y los que se dedican a ello son personas admirables. Al menos eso es lo que pienso yo después de experimentar con mis brazos y piernas en qué consiste la labor de un recolector de higos frescos.
Esta historia transcurre en una finca situada en la conocida comarca de La Vera, en la que confluyen tres provincias: Ávila, Toledo y Cáceres. Concretamente he vivido mi “aventura recolectora” en una explotación agrícola situada en la pequeña localidad de El Raso (Candeleda, Ávila).
Desde finales de julio y hasta septiembre ya avanzado, las higueras están a pleno rendimiento, ofreciendo día a día su fruto a punto y en perfecto estado, para así, cerrar el círculo y comenzar su camino desde las ramas a los mercados, y de ahí a nuestras mesas.
Aunque yo me uní a la cuadrilla la primera semana de agosto, este año las altas temperaturas obligaban a adelantar la temporada de recogida de higos frescos, y a finales de julio las explotaciones estaban listas para dar comienzo a la recolección, sin tiempo que perder.
La savia del higo es muy corrosiva, por lo que para evitar quemaduras y escozores en la piel y los ojos es importante ir bien equipado y cubierto. Aparte del calor y sudor en las manos que te produce no quitarte los guantes durante horas, hay que ir bien cubierto con camisa y pantalón largos, calzado resistente al polvo y la tierra y una buena gorra que evite que te caiga la savia en los ojos, además de protegerte del calor
En una jornada de trabajo se llegan a recoger hasta 500 kilos de higos aproximadamente. Me sorprendo de la capacidad de producción y regeneración de este árbol tan sencillo y a la vez tan rico. A los dos días de haber recogido, las higueras están de nuevo repletas y listas para ofrecernos unos maravillosos frutos en su punto.
Armados con el cubo en un brazo y el gancho —para acercar las ramas más altas— en el otro, mis compañeros van recolectando de higuera en higuera.
La tarea de clasificación de los higos que se va haciendo en cada puesto junto a las higueras, es esencial. Se van vaciando los cubos, con cuidado para no aplastarlos y se van repartiendo a mano según su tamaño y calidad: primera, los más grandes; segunda, un poco menores y boliche, el descarte; aunque incluso estos tienen un aspecto estupendo, la demanda de los mercados obliga a desechar una fruta que está en perfecto estado. Una vez clasificados por categorías, se van pesando las cajas que irán directamente a la cooperativa.
Son las 12 del mediodía y en media hora aproximadamente las cajas deben estar preparadas y cargadas en las furgonetas para su revisión y entrega en la cooperativa de El Raso, desde donde a diario los deliciosos y preciados higos frescos de Gredos, de la variedad cuello de dama, salen hacia los mercados de Madrid y el norte de España.
Mi trabajo llega a su fin y me despido de mis compañeros. He aprendido mucho de todos ellos y ha sido una experiencia que no olvidaré. “¿Te veremos por aquí el año que viene?” —Me preguntan—, “Quién sabe…”, —contesto guiñando un ojo.
Ahora desde luego ya no solo conozco la exquisitez de este fruto, sencillo y saludable, sino que reconozco, de verdad, todo su valor.
Texto y fotos: Gloria Llopis
Fuente: Comunicación 5 sentidos
Vía: HIGOS & FIGS