Presentación

El higo siempre sorprende. En fresco, como breva, es una fruta. Ya pasado, es un fruto seco. Esta dualidad es la que le hace ser tan singular y apreciado.

Impresiona aún ver como un fruto escogido por los dioses en la antigua mitología, citado en el Antiguo Testamento y venerado por los filósofos griegos como Platón, sigue siendo el gran protagonista de la actividad agraria en un pueblo de la provincia de Cáceres.


Los higos de Almoharín, procedentes de la variedad Calabacita, atesoran las mejores propiedades del fruto de la Ficus carica o higuera: pese a su pequeño calibre en relación al todopoderoso higo turco de la variedad Smirna, los calabacitas son los que aportan una mayor cantidad de azúcares naturales, melosidad y suavidad gracias a su delicada piel.

Durante siglos, desde que comenzó a ser cultivado en el norte de Anatolia 3.000 años antes de Cristo, el higo ha pervivido en los países mediterráneos y centroasiáticos, y conquistado países del Nuevo Mundo, desde California a Argentina o Brasil.

Extremadura, y dentro de ella, con letras mayúsculas, Almoharín, puede presumir de ser la mayor productora de higos secos de España. Extremadura concentra actualmente unas 5.220 hectáreas de higuerales, el 50% de la extensión española, y una producción de 8.200 toneladas sobre un total de 29.100 toneladas del total español, según los datos del Anuario de Estadística Agraria 2010 del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino.

Lamentablemente, dando la espalda a la historia, y maltratada por los vaivenes de la Política Agraria Común (PAC), España ha perdido casi 8.000 hectáreas de higuerales cultivados en la última década.

Aunque esto no ocurre en Almoharín, donde eras y campos baldíos vuelven a ser plantados de higueras calabacitas atraídos en parte por mejores precios frente a la maltrecha aceituna en las últimas campañas.

Su  cuidado, recolección y procesado ha pasado de padres a hijos durante generaciones en este municipio cacereño, donde en el mes de agosto es frecuente encontrar aún las paseras en medio de las aceras y plazas, y las cribas en los portales y corralones de sus casas.